Triángulo Isósceles

Hay veces en las que sientes que tienes que descubrir un sitio, luego otro, y luego un tercero…..y no sabes muy bien porque.Pero tienes que ir. Pues Precisamente eso me ocurrió en mi ultimo viaje a Atenas y sus alrededores. En este caso…viajé ciega y ligera….sin guía, sin lectura previa, casi sin equipaje…pero con la seguridad de disponer de una intuición que no se muy bien de donde saqué, pero que, por primera vez en mucho tiempo, tuvo sentido, un sentido armónico, matemático y profundo..
Descubrir lugares al desnudo, sin ayuda, tiene sus ventajas, como la permanente sorpresa que te provoca cada sitio, cada escena…pero también sus servidumbres….pues puedes llegar a perder un poquito mas de tiempo al no organizar bien, o alomejor te pierdes algo que merece la pena. Pero cada uno debe ser libre de decidir que quiere recibir del viaje, y yo, en este caso, lo tenía claro: quería sorprenderme.
Y nada mejor que actuar por impulsos para conseguir mi objetivo…y el primer impulso fue «Necesito ir al Oráculo de Delfos»…Necesito preguntarle…..Necesito que me de respuestas….Desde Atenas existen múltiples  excursiones de un día a Delfos, de contratación  fácil  a  través de Internet, y apenas 12 horas antes de la salida de una de ellas, le estaba dando con un click a Reservar. Las 3 horas de distancia entre Atenas y Delfos se convierten en un ascenso hacia el Monte Parnaso, dejando atrás  Marathon, Tebas, y unos pueblecitos montañosos que van dando paso a lo verde, a lo nebuloso….y al lugar donde las dos águilas  liberadas por Zeus en lugares opuestos del universo se encontraron y encontraron así el ombligo del Mundo, el Ónfalo. No centrare mi relato en lo especial, emocionante, y espectacular que es ese entorno arqueológico, pero sirvió como centro, como ombligo, de mi propio universo en ese viaje…y me dio las claves…unas de las muchas que yo había ido a buscar, de lo que posteriormente se convertiría, aun sin yo saberlo, en mi recorrido geométrico sagrado.
El retorno me permitió organizar el resto de mi viaje. Por supuesto, La Imprescindible Acrópolis de Atenas ya estaba en la lista….pero el Oráculo generó en mi un nuevo impulso….el de ver el atardecer en el Templo de Poseidón en Cabo Sunión, que se encuentra a unos 70 kilómetros al sur de Atenas, en el final de la península de Atica, así como recorrer algunas de las islas próximas a Atenas, como Poros e Hydra. Y dicho y hecho…una vez de vuelta a Atenas, y en mi hotelito modesto pero magnífico en la calle Kolokotroni, me dispuse a planificar los dos próximos días.
El primero, La Imprescindible,la elevada, y magnífica Acrópolis. Ese Gran Hermano, que en este caso, vela positivamente por el espíritu que, a pesar de las servidumbres de la globalización, sigue manteniendo el pueblo griego. En permanente restauración, por supuesto, pero sin perder ni un ápice de majestuosidad, me permitió, durante una tarde, robarle sus ojos para poder tener una visión de 360 grados de esa ciudad que con sus 3.000 años de historia la convierten en una de las ciudades habitadas mas antiguas de la historia. 
El segundo, Cabo Sunión…Hay algunas excursiones especificas para visitarlo, pero en este caso decidí ir por mi cuenta, utilizando los autobuses regulares que recorren la península de Atica hacia el sur. Aunque, como muchas veces ocurre, no siempre las cosas salen como planificadas. Iba con el tiempo muy apretado y decidí  coger un taxi hasta la estación  de Autobuses, que luego finalmente me dejó casi en Cabo Sunion gracias a a la eficiente e inteligente costumbre ateniense de compartir taxi, ahorrándome  así mas de una hora de trayecto en autobús. Una vez en el Templo de Poseidon, donde llegue unos 30 minutos antes de la puesta de sol, el mundo se paró. El mar, el cielo, el sol, y el templo. Pocas veces he encontrado la belleza, pero cuando uno la encuentra…se queda sin palabras.
Y por último, el tercero, donde volví a unirme a un grupo de semejantes, es decir, turistas, para hacer un breve crucero de un día por la isla de Poros, Hydra y Egina. Las dos primeras islas, que realmente eran las que quería visitar,  fueron exactamente como las imaginé…curiosas, rodeadas del mar más  turquesa que jamás he visto, con sus burros, sus flores de todos los colores…sin embargo en la tercera, en Egina, tuve la sensación de haberme equivocado..de que no merecía  la pena haber pasado tan poco tiempo en las dos islas anteriores, para pasar mas tiempo en esta, y eso que me gustan los pistachos, producto insular… A pesar de ello pensé….El Oráculo me ha traído hasta aquí….y por lo tanto he de seguir su camino….Y algo en mí me metió en un autobús camino al Templo de Atenea Afaya, del que desconocía su existencia, y que  resultó darle sentido a todo lo que llevaba recorriendo los últimos días. En un estado de conservación bastante razonable, y con unas vistas al puerto de Pireo donde es difícil no imaginarse los barcos trirremes atravesando el golfo Sarónico, mi viaje había completado su sentido, ese sentido armónico, matemático y profundo…Y que desconocía hasta ese mismo momento, donde fue desvelado.
El Partenón, en la Acrópolis de Atenas, el Templo de Poseidón en el Cabo Sunion, y el Templo de Afaya en la isla de Egina, conforman los tres vértices  de un perfecto triángulo Isósceles, que los helenos convirtieron en un triángulo sagrado, y que en ese momento, al haberme permitido recorrerlo a través de impulsos, sin saber que existía…se convirtió en mi recorrido sagrado, armónico, matemático..Jamas hubiese conseguido sorprenderme más si conscientemente hubiese realizado el recorrido de ese triángulo….
Merece la pena improvisar….cuando viajas de la mano del Oráculo. 

Amai.

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